La sociedad del buen samaritano explicado con cotorras



Yo tengo una cotorra.

Es una pequeña agapornis roseicollis, un pájaro muy común que se pasa la mitad del tiempo cantando y la otra mitad quejándose. Llegó un día por la ventana. Estaba barriendo el balcón que da al interior de la manzana y de repente, llegó este pequeño pájaro verde y rojo anaranjado volando. La ayudé a entrar y al momento se hizo un lugar en nuestra casa. Le compramos la jaula, la arena, el alpiste.... Vamos, todo el pack para tener bien alimentado a un pájaro como éste.

Era muy graciosa al principio, siempre cantando y descubriendo qué tipo de música le gusta (el rock le encanta y la clásica también. Las baladas no). Ya hace más de un año que estoy con esta pequeña ave, en septiembre hará dos años y tengo que decir que si los pájaros son de corazón débil, esta pequeña cotorra lo tiene de hierro fundido con revestimiento de plomo y reforzado por dentro. No hay susto que no supere.

Tiene un carácter terrible. A la mínima se queja con unos chirridos que sabemos diferenciar de su canto. De hecho, a esta altura de su vida ya sabe imitar sonidos similares a palabras, como el nombre de los integrantes de la casa. Si ella se despierta y estamos durmiendo, volará (ya que le dejamos la jaula abierta para que entre y salga a su gusto) hasta detenerse delante de la puerta de cada uno y gritará hasta despertarnos. Cuando se va a dormir, exige que se la tape y luego expresará su descontento si alguien hace sonidos después de su hora de dormir (lo que en invierno es sumamente irritante).

Podría pasarme horas hablando de mi cotorra y sus múltiples manías. Quien dijo que las aves son estúpidas no tuvo en su haber un pájaro como el mío. No, no estoy escribiendo la entrada para presumir, lo hago para introducir el ejemplo del buen samaritano.

Últimamente, mi cotorra tiene un juego nuevo que le encanta. Desde siempre, cuando cae al suelo apartamos a mi perra y la ayudamos a llegar a la jaula. Esto fue sobretodo tras una temporada que tuvo muy mal un ala y no podía volar. Se cansaba rápido y no llegaba, así que había que echarle una mano. Ese pequeño bicho emplumado lleno de orgullo tuvo que tragárselo para dejarse ayudar. Bien, el juego. Resulta que ahora, encuentra divertido detenerse en el suelo y gritar como si necesitara ayuda. Entonces cuando alguien se acerca, solemos ser mi perra o yo, se medio oculta tras un armario o tras una puerta, solo para que una vez nos agachamos a ayudarla, levanta el vuelo y vuelve a su jaula. Lo debe encontrar divertidísimo, porque lo hace varias veces al día.

El buen samaritano. No, no me desvío del tema. Este pájaro es un ejemplo de ello.

Estamos en una sociedad que este pequeño pájaro ha sabido reflejar perfectamente con su juego. Uno puede ser una persona desinteresada que disfruta ayudando a los demás. Los motivos son cosa de cada uno y en eso no me voy a meter, pero lo hace. Una vez. Y luego otra. ¿Qué pasa al final? Que se termina reclamando ayuda a ese "uno" repetidamente, esperando a que auxilie al necesitado sin que pida nada a cambio.

Dicho "uno", el buen samaritano, como tiene buen corazón, seguirá ayudando siendo al final utilizado como un objeto, un medio para el que la gente más mezquina utiliza para su fin. No digo que todos seamos iguales, no todos somos mezquinos esperando que nos ayuden a llegar a "nuestra jaula" sin dar nada a cambio. Sin embargo, tampoco podemos negar que es así. La sociedad se ha vuelto tan temerosa de los actos buenos que "la mano amiga" se convierte en un idiota, un objeto utilizable y la "jaula" el único fin importante. Nos convertimos en "cotorras" que se aprovechan en un principio por necesidad y luego por costumbre.

¿Es esto evolución? Porque si somos una especie superior y yo veo este mismo comportamiento en un pájaro que no es precisamente conocido por su soberbia inteligencia... No sé qué deciros. Deberíamos centrarnos un poco menos en "la jaula" e intentar pensar en nosotros como una misma "bandada". Todos somos una misma especie que necesita la ayuda del otro para vivir y avanzar. No podemos establecer una categoría de "buenos/objetos" e "inteligentes/cotorras". ¿No es eso contra lo que estamos luchando en todo medio de comunicación? ¿No es eso lo que pretendemos eliminar en los ámbitos sociales, políticos, económicos y filosóficos?

La respuesta es un sí. Mires a donde mires, se recrimina el individualismo y la objetualización que prima en la mente del ser humano. Evolucionamos para sobrevivir en grupo, pero convertimos todo en objetos y medios, nos aislamos en nosotros mismos e ignoramos al que está a nuestro lado. En pocas palabras, creo que deberíamos empezar a ser "la mano" y "la cotorra" para que la sociedad evolucione hacia "la jaula" con un mayor equilibrio.

Como último comentario y volviendo a la inteligencia de las aves. La próxima vez que me digan, "tienes cerebro de pájaro", responderé con un:

Vale pero ¿de qué pájaro?

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